Religión y superstición

La Crónica, abril 13, 2001

Hoy en día menos del 90% de los mexicanos (quizá apenas el 80%) se consideran católicos. Incluso hay entidades del país en donde cerca de la cuarta parte de los habitantes declara tener una religión distinta a la mayoritaria, o no tener ninguna.

En 1997, según datos del Inegi, frente al 89% de la población que se declaró católica había un 7% de protestantes o evangélicos, el 0.69% de judíos y de otras religiones y casi el 3% de mexicanos que dijeron no profesar religión alguna.

Los estados más católicos son Zacatecas (97.4%), Querétaro (96.7%), Guanajuato (96.5%) y Jalisco (95.9%). En el sureste hay una clara expansión de otras religiones. En Chiapas solamente el 66% se declaran católicos y el 21% dicen profesar otros credos. En Campeche y Tabasco son católicos el 73.7 y el 74.6% respectivamente y tiene otras religiones el 17.8% en cada entidad. En Quintana Roo el 75% son católicos y el 16.7% de otros credos.

La iglesia católica ha advertido la pérdida de fieles debido a la expansión de las “sectas” como con cierto desprecio las denomina la jerarquía eclesiástica. Esos procesos de realineamiento de los ciudadanos respecto de distintas opciones para ejercer su fe tienen causas y consecuencias muy variadas. El conflicto armado en Chiapas por ejemplo, no se explicaría sin la rivalidad entre católicos y protestantes que ha llegado a involucrar, y enemistar, a comunidades enteras.

La religiosidad o el misticismo de los mexicanos tiende a diversificarse e incluso, a asumir opciones distantes de la racionalidad. Ayer mostramos, apoyados en la encuesta nacional de valores que realizó el IISUNAM en 1994, cómo la práctica religiosa, especialmente de la religión católica, ha sido más extendida entre los mexicanos pobres, de escolaridad limitada, que viven en poblaciones pequeñas y que tienen mayor edad.

En los años más recientes pareciera que la creencia en el pensamiento mágico, incluso más allá de los parámetros de las religiones establecidas, han venido ganando peso en nuestro país.

La citada encuesta de la UNAM encontró, hace siete años, que solamente el 38% de los mexicanos creía en el infierno y el 26% creía en “limpias”. Al mismo tiempo, el 87% se manifestó dispuesto a pedirle un milagro a la Virgen de Guadalupe o a algún santo.

El año pasado, el estudio mexicano de la Encuesta Mundial de Valores 2000 realizado por el diario Reforma encontró que el 70% de los mexicanos cree en el infierno. En 1990 esa creencia la había manifestado solamente el 44% de nuestros compatriotas y en 1996-1997 el 53%.

Una encuesta más reciente, levantada en marzo de 2001 por la especialista María de las Heras para el diario Milenio, encontró que el 77% de los mexicanos cree en los milagros, el 74% cree en los ángeles y el 54% cree en el diablo.

Más allá de dogmas y costumbres del ritual católico la mayoría de los mexicanos –el 51%– cree en los espíritus y la cuarta parte (exactamente el 25%) manifiesta que al menos alguna vez en su vida ha tenido una experiencia paranormal.

El 47% de nuestros compatriotas cree en las premoniciones y el 46%, en la telepatía. El 42% dice que lee su horóscopo. El 35% cree en las maldiciones.

El estudio de hace siete años y los de ahora no son comparables en todos sus aspectos. Pero llama la atención que en 1994 apenas algo más de la cuarta parte de los mexicanos creía en las limpias y ahora más de la tercera parte considera que las maldiciones pueden existir y afectarlos a ellos o a otras personas.

Muchos mexicanos integran las creencias católicas con el espiritualismo autóctono. Son capaces de ir a misa y también a un santero. El sincretismo mexicano es proverbial, pero quizá asume nuevas vertientes en el nuevo siglo.

En contradicción con los datos que hace pocos años indicaban que el apego a la religión era inversamente proporcional a la escolaridad y el nivel de ingreso, hoy en día quizá hay algunos cambios. Aunque no disponemos de encuestas que documenten estadísticamente esas tendencias, hay profesionistas de la más alta calificación, dirigentes políticos y líderes sociales y hasta académicos muy connotados que hipotecan sus decisiones al capricho de sus cartas astrales, los designios del tarot, las veleidades del I Ching o los pronósticos de la quiromántica de moda.

Ese nuevo ocultismo permea todas las capas de la sociedad mexicana, requiere de nuevos estudios, forma parte de una realidad más allá de las razones y es parte del enorme peso que la emotividad y la subjetividad adquieren ya no sólo en las vidas personales sino, a veces, en el escenario público de nuestros días.

Correo electrónico: rtrejod@infosel.net.mx

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