Publicado en El Cultural número 157, suplemento de La Razón, el 14 de julio
Se ha planteado un falso dilema entre gobierno fuerte y gobierno plural. El 53% de los votos que recibió Andrés Manuel López Obrador, las mayorías que tendrá Morena en el Congreso federal y la arrasadora adhesión que los benefició en casi todos los estados harán del próximo presidente un gobernante con enormes capacidades de maniobra política. En la opinión publicada se ha dicho, acaso en busca de encontrar el ángulo favorable a la contundente votación del 1 de julio, que es mejor un presidente fuerte y con amplias posibilidades de tomar decisiones a un mandatario que tenga que pactar porque no tiene mayoría suficiente.
Ese había sido el signo de los años recientes en México y, de manera más amplia en casi todo el mundo: la diversidad que fue extendiéndose en la sociedad se tradujo en varios partidos que alcanzaban porciones de las votaciones, y bancadas en el Congreso, que les obligaban a negociar unos con otros. A la democracia la pudimos identificar como el sistema de gobierno que permite la representación de todos los intereses legítimos y a la política, la reconocimos como el ejercicio de propiciar y mantener acuerdos. La gobernabilidad y el sistema de representación se han construido a fuerza de pactos en donde todos ganan algo y nadie se queda con todo. La negociación ha sido reconocida como atributo indispensable en las democracias.
Mientras más avanzó la democracia mexicana, más plurales se volvieron el Congreso y los gobiernos locales. Los partidos se equilibraron unos a otros. El Legislativo comenzaba a moderar posibles excesos de un Ejecutivo cada vez menos arbitrario porque muchas de sus decisiones cardinales tenía que acordarlas con otras fuerzas políticas. Seguir leyendo «López Obrador y su circunstancia»