
Publicado en La Crónica el lunes 12 de diciembre
Desesperado y aislado, Pedro Castillo perpetró en Perú un grotesco golpe de Estado. El Congreso, al que quiso desconocer, lo destituyó de inmediato. Los partidos lo dejaron solo. Las Fuerzas Armadas no lo respaldaron y la policía lo detuvo.
Mientras muchos gobernantes del Continente y el mundo condenaron ese intento para quebrar la legalidad en Perú, Andrés Manuel López Obrador quiso justificarlo. En una forzada voltereta, cuestionó la hostilidad política que condujo a Castillo “a tomar decisiones que le han servido a sus adversarios para consumar su destitución”.
De esa manera, el presidente mexicano avaló un golpe de Estado. El profesor Castillo no quería desconocer las normas constitucionales, pero las circunstancias lo forzaron. Con el mismo y peregrino argumento se podría decir que Augusto Pinochet no quería asaltar el Palacio de La Moneda en 1973, pero Salvador Allende no le dejó otra opción.
Seguir leyendo «AMLO: con el golpista Castillo… y contra el INE»