“¡Fue el Estado!”: farsa y demagogia

Decir que se trata de un “crimen de Estado” se convirtió en una consigna política muy eficaz. Encinas la repite, incurriendo en la demagogia que tanto ha nublado el completo esclarecimiento de los asesinatos de los normalistas. 

Publicado en La Crónica el lunes 22 de agosto

“¡Fue el Estado!”. Contundente e irritada esa frase, y lo que significa, ha contribuido a ocultar la verdad sobre el asesinato de los 43 normalistas de Ayotzinapa. Referirse de esa manera a “el Estado” dice todo y dice nada. 

   Estado son las instituciones que detentan el poder político, que distan de ser homogéneas. Pero en la apreciación elemental que propalan los simplificadores al Estado se le identifica con su cúpula, comenzando por el presidente de la República. De tanto repetir esa frase, en amplias zonas del espacio público se ha considerado que la muerte de los normalistas fue culpa de la administración de Peña Nieto. Ese presidente cometió numerosas torpezas, comenzando por su insufrible insensibilidad política. Pero no supo, ni pudo prever, ni evitar, la muerte de aquellos estudiantes.

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El Estado arrodillado

Establecimientos y vehículos incendiados en Tijuana y otros sitios del país. La alcaldesa pidió a los delincuentes que les cobren a quienes no pagan sus extorsiones.

Publicado en La Crónica el lunes 15 de agosto

La presidente municipal de Tijuana ha ofrecido uno de los testimonios más humillantes que se hayan registrado del sometimiento del gobierno a los delincuentes.

   “No vamos a permitir que un solo ciudadano tijuanense pague las consecuencias de quienes no pagaron sus facturas” dijo el viernes, en un video en Facebook, la alcaldesa Montserrat Caballero Ramírez. La culpa del terror criminal en Tijuana, según ella, no es de los delincuentes sino de comerciantes e industriales que no han cedido a sus extorsiones.

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La trama financiera de Delfina Gómez

Delfina Gómez autorizó el diezmo forzoso de centenares de trabajadores de Texcoco para beneficiar a Morena. Ese delito sigue impune por negligencia de la Fiscalía Electoral de la FGR.

Publicado en La Crónica el lunes 8 de agosto

La inminente candidata de Morena al gobierno del Estado de México autorizó el diezmo forzoso de centenares de trabajadores de Texcoco para beneficiar a ese partido. Delfina Gómez Álvarez era presidenta municipal. Tiempo después, ella misma reconoció que aprobó tales descuentos en los salarios de los trabajadores del municipio y que con esos recursos se pretendía favorecer a Morena.

   Por haber recibido recursos que no reportó, el INE sancionó a ese partido con 4 millones y medio de pesos. El Tribunal Federal Electoral ratificó esa multa. A Delfina Gómez, que para entonces ya era secretaria de Educación Pública, las autoridades electorales no le impusieron sanciones pero enviaron el expediente de ese caso a la Fiscalía Especializada en Delitos Electorales de la Fiscalía General de la República, entre otras instancias. Si la señora Gómez no ha sido sancionada directamente por la exacción a los trabajadores en Texcoco no ha sido porque no fuera culpable, sino por la intencional negligencia de esas fiscalías. 

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Morena, la democracia ignota

Urnas quemadas en Chiapas. Las irregularidades no fueron excepción, sino la pauta de la votación en Morena.

Publicado en La Crónica en lunes 1 de agosto

Trampas y trifulcas, se repitieron por todo el país. Este fin de semana, las irregularidades fueron la norma en la elección de consejeros de Morena. No hay democracia, ni participación convencida, ni respeto por la competencia política en ese partido. 

   Urnas y boletas quemadas y saqueadas en Ayutla, Guerrero, Cárdenas en Tabasco, Huehuetán y Copainalá en Chiapas. Enfrentamientos a golpes en Acapulco, Guerrero, Ixmiquilpan en Hidalgo, Juchitán, Oaxaca y Acayucan, Veracruz. Entrega de despensas o dinero y amenazas a informadores en alcaldías de la Ciudad de México. 

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Antropología de la corcholata

Publicado en La Crónica el lunes 4 de julio

Las corcholatas se llaman así porque están hechas de latón y, por dentro, llevan una cubierta de corcho que permite sellar el recipiente al que sirven como tapa. Los más viejos de esta alebrestada pradera recordamos aquellos tiempos cuando las compañías de refrescos y cervezas ofrecían premios en algunas corcholatas. Debajo de la cubierta de corcho se escondía la recompensa que podía ser una figurita coleccionable o, en ocasiones, un premio en efectivo. Las corcholatas, desde entonces, podían ocultar una sorpresa. Hacía falta rascar el revestimiento de corcho para encontrarla. Sin embargo la mayoría de ellas eran igual de anodinas, sin premio ni sorpresa algunos. Una vez que se destapaba el envase la corcholata era desechable, absolutamente prescindible.

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