La sonrisa del PRI

Con 4 de cada 10 votos válidos, el PRI estará en condiciones de cogobernar el país durante los próximos tres años. Las alianzas que pueda entablar especialmente con el Partido Verde, la atonía y dispersión de los partidos reputados como de izquierdas y el descalabro experimentado por el PAN, se conjugan para que el Revolucionario Institucional tenga una cómoda y sin duda influyente mayoría relativa en la Cámara de Diputados.

Se trata de una espléndida noticia para los priistas aunque no necesariamente para la democracia mexicana. Ese es, desde luego, el resultado de una elección razonablemente limpia si se descuentan episodios de violencia como los suscitados en Ecatepec. Pero no puede soslayarse que se trata de una votación condicionada por campañas peor que grises, sin deliberación política alguna, en donde los programas políticos estuvieron ausentes y sometidos a la intervención de las corporaciones mediáticas.

Así es como ayer ganó el PRI, en condiciones que no fueron sustancialmente distintas a las que propiciaron los triunfos del PAN en las elecciones anteriores. Habrá que esperar a disponer de información más extensa para saber con cuántos votos el Revolucionario Institucional consumó esa hazaña y cuántos de ellos se los debe al sufragio duro de quienes siempre respaldan a ese partido. Por lo pronto, en el terreno muy indicativo pero limitado que ofrecen los datos porcentuales, el alrededor de 40% que anoche le reconocían varias encuestas al PRI, comparado con el 29% que se le adjudicaba al PAN, dan cuenta de una voltereta en las preferencias fundamentales de los ciudadanos.

La victoria priista es directamente proporcional al fracaso del PAN. Las dificultades para enfrentar la crisis económica y las consecuencias de enfocar el discurso gubernamental casi exclusivamente en el tema del narcotráfico, parecen estar alcanzando sus primeros efectos en la caída del consenso para ese partido. El presidente Felipe Calderón tendrá ahora, en el PRI, un interlocutor más poderoso pero también acotado por mayores responsabilidades.

El PRI, salvo que tuviera una estrategia suicida, no podrá comportarse como un partido motinero ni podrá apostar simplemente al fracaso del Poder Ejecutivo. Los dos partidos con más adherentes en el país tendrán demasiados flancos en donde la decisión de ambos será definitoria para que haya avances o estancamientos.

Con una mayoría como la que se construirá en San Lázaro, los temas cardinales de la economía tendrán que ser resueltos entre Legislativo y Ejecutivo. Y en otros campos, como la ya mencionada seguridad pública pero también en terrenos como la política social, la educación e incluso la política exterior, tendrá que pensarse en políticas de Estado y no únicamente en políticas de gobierno.

Todo ello implica mayores márgenes de influencia pero también compromisos públicos ineludibles para el PRI. La sonrisa que desde anoche exhibían muchos dirigentes de ese partido tendrá que dar paso a una actitud más reflexiva y a un ejercicio político más responsable.

La caída de casi el 36% que alcanzó hace tres años al 29% que se estimaba anoche, tendría que suscitar ajustes serios en Acción Nacional. La subordinación de ese partido a poderes privados como el que ejercen las corporaciones mediáticas ha sido evidentemente fallida, entre otras cosas porque las televisoras han tenido sus propias apuestas políticas.

La supeditación panista a una dirección nacional que se alejó de algunos de los principios cardinales de ese partido no ha sido un buen negocio político para el presidente Calderón. La gestión de Germán Martínez tendría que modificarse en breve si en ese partido hubiera sentido de la autocrítica.

En donde no lo hay, a la luz de sus vicisitudes recientes, es en el PRD. Los partidarios de la actual dirección nacional querrán entender como un éxito el fiasco de sus ex aliados pero tendrán dificultades para admitir el profundo desprestigio que ha dejado al perredismo con aproximadamente el 14% de la votación nacional.

El 3% o 4% del Partido del Trabajo y el 2% o menos de Convergencia, señalan los límites de la influencia de López Obrador o, dicho de otra manera, las dimensiones de su decadencia política al menos en estas elecciones. Hace 3 años ese candidato alcanzó más del 35% de los votos. Ahora, los partidos que lo respaldaron en aquella aventura apenas arañan el 20% y aquellos que siguen subordinados a él no llegan al 6%.

También quedan acotadas las presencias y clientelas de los partidos-negocio. A pesar de numerosas infracciones legales que aún no han sido del todo juzgadas, el Partido Verde obtiene entre el 5% y el 7% de la votación nacional según las encuestas iniciales. Nueva Alianza apenas lograría superar la barrera del 2% para mantener su registro. El Socialdemócrata se quedaría apenas en 1% y sin registro legal con lo cual nadie perderá excepto el puñado de comerciantes de la política que se apropió de la dirección de ese partido.

Los resultados de la disputa por las gubernaturas, la confirmación de las tendencias que le daban al PAN tres delegaciones del DF y la publicación de los resultados completos en donde se aprecie la presencia testimonial del voto nulo y el peso de la abstención, permitirán tener un panorama más completo de una elección que ocasiona importantes aunque acotadas redistribuciones del poder político en este país.

Publicado en eje central

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