Los críticos del voto nulo

Con pocas excepciones –José WoldenbergMiguel Ángel Granados Chapa, Carlos Navarrete, entre algunos otros– los críticos de la anulación del voto han replicado con ignorancia y autoritarismo e incluso con posiciones un tanto histéricas. La propuesta, que brincó de Internet a los medios y que se adentra paulatinamente en la sociedad mexicana, agarró desprevenidos a muchos comentaristas y, desde luego, a la llamada clase política.

La propagación de esa iniciativa, hace algunos días, puso fuera de balance a numerosos dirigentes. Habituados a disputar consensos y votos con interlocutores dentro de la institucionalidad política, líderes de todos los partidos reaccionaron con inseguridad y agresividad. “Demagógicos y peligrosos” consideró Jesús Ortega que son los llamados a cruzar la boleta sin preferir a un solo candidato. Germán Martínez Cazares, por su parte, ha despotricado contra los que llama “pontífices del voto nulo”.

Lo que no han querido o no han podido hacer esos y otros dirigentes políticos, es preguntarse por qué la anulación del voto ha sido sugerida desde segmentos tan diversos e incluso discordantes del entramado ideológico mexicano. Cualquier vistazo a las trayectorias públicas y a las preferencias políticas de muchos de quienes apuestan por el voto nulo desmentirá la tesis de la conspiración que con tanta desfachatez han esgrimido algunos líderes partidarios.

La idea de anular el voto no es patrimonio de las derechas ni de las izquierdas. Con ella coinciden críticos de todos los partidos y antagonistas específicos de algunos de ellos, decepcionados de la política realmente existente y descontentos con abusos, privilegios y excesos que han sido perpetrados desde todos los colores partidarios.

A los dirigentes políticos convencionales –que se encuentran en todos los partidos– les ha resultado imposible entender una protesta que no se escuda en un partido específico, que no se adhiere a uno de ellos para descalificar a otro, que no se encauza por las vías tradicionales del quehacer político.

Heterogéneo y no carente de contradicciones entre los intereses y afanes de sus variados promotores, el movimiento por la anulación del voto no es adverso a la institucionalidad política. Algunos críticos de esa iniciativa sostienen que se desentiende de la esforzada marcha que hemos debido mantener para construir nuestra imperfecta pero tangible democracia electoral. Pero no han podido advertir que la anulación del voto es antes que nada una reivindicación del sufragio.

El día de las elecciones miles de ciudadanos irán a las casillas, aguardarán su turno, cumplirán con todos los requisitos legales y en vez de apoyar a un candidato o un partido anularán su voto. Es un desperdicio, dicen algunos cuestionadores de esa medida. Están socavando la democracia, claman los más exasperados.

Pero no se trata de un despilfarro sino de una utilización crítica del voto. ¿Por qué, para expresar nuestra preferencia, hemos de escoger entre el menú de partidos que se nos presenta? ¿Por qué no vamos a tener derecho a decir que ninguna de esas opciones nos gusta? ¿Por qué debemos limitarnos a votar por el menos peor? Ese es el sentido de la anulación. No se trata de un atentado sino de una reivindicación de la democracia.

Más allá de las expectativas que cada quien pueda tener con esa acción, los ciudadanos que anulen la boleta estarán votando con la esperanza de que en elecciones próximas haya opciones políticas que sí les satisfagan.

Eso es lo que, desde su formalismo autodefensivo, no comprenden los políticos tradicionales. El voto nulo no es contra el sistema político sino contra el comportamiento de los partidos que ahora tenemos.

Por eso, encerrados en los esquemas que habitualmente utilizan para evaluar y enfrentar los asuntos públicos, algunos dirigentes y candidatos juzgan la anulación del voto como un atentado contra sus propios intereses. Así, colocado por encima pero no al margen de los partidos ya que aún maneja dos franquicias (PT y Convergencia) López Obrador dice que el voto nulo “beneficia al PRI y al PAN”. El panista César Nava, candidato a diputado, asegura que la anulación del voto perjudica al PAN y “beneficia al PRI”. El priista Eugenio Hernández Flores, gobernador de Tamaulipas, advierte que el voto nulo “desfavorece a México” y que es nocivo para la democracia.

La suspicacia que comparten  esos y otros personajes para evaluar la misma iniciativa ha sido reveladora de su incapacidad para entenderla. Lo mismo sucede en la autoridad electoral. El presidente del IFE, Leonardo Valdés, dice que los votos anulados “no tienen ninguna consecuencia, ni política ni jurídica”.

Ya sabemos que se mezclarán con los anulados por equivocación, que no puede haber un inventario de las diversas frases y modalidades de anulación, que aunque fuese con poquitos votos a los próximos diputados los elegirán quienes apuesten por una opción partidaria específica. Pero eso no implica que los votos anulados no tengan validez jurídica. La tienen, de manera tan puntual, que la autoridad electoral está obligada a contarlos y a informar cuántos fueron.

Consecuencias políticas, aunque traspasen la institucionalidad tradicional, el voto nulo evidentemente las tiene. El presidente del IFE se equivoca al descalificar con tanta ligereza el propósito de algunos ciudadanos (muchos o pocos, quizá no será lo más relevante) interesados en anular su voto. Semanas antes de la elección el voto nulo inquieta, irrita, incomoda e interesa. De algo está sirviendo.

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5 comentarios en “Los críticos del voto nulo

  1. Estimado Raúl,

    Tú eres de las poquísimas personas que promueven esto del voto nulo a quien respeto. Personajes como Rubén Aguilar, Ana Rosa Payán, Dulce María Sauri, Marcos Rascón y otros en esa nave suman a su cinismo y torpeza, muchos años de vivir de ese mismo sistema al que ahora critican con tanta vehemencia. Tú perdonarás que descrea de tantas conversiones. Lo que sí puedo decirte es que de lo que escribes, que lo respeto mucho, me preocupa que digas esto:

    «Eso es lo que, desde su formalismo autodefensivo, no comprenden los políticos tradicionales. El voto nulo no es contra el sistema político sino contra el comportamiento de los partidos que ahora tenemos.»

    Yo no estoy tan seguro que todos los que proponen el voto nulo lo hagan desde la misma perspectiva o por las mismas razones y menos seguro estoy que todos estén en ese mismo nivel de análisis fino que te distingue. En el caso de Aguilar dudo incluso de lo que diga porque mucho me temo que se desdoble a sí mismo en una serie de sucesivas aclaraciones acerca de lo que «Rubén Aguilar en realidad quiso decir» que se extiendan hasta el infinito como una suerte de paradoja delirante.

    No sólo eso, creo que el sistema como está ofrece oportunidades que muchas veces se pierden de vista como la del voto diferenciado entre distintos partidos para diferentes cargos, además de otras opciones.

    Está también el problema de si efectivamente todos los que promueven el voto nulo, blanco o bronca (como le llamaban en Argentina en los sesenta a esta opción) efectivamente van a ir a votar. En Argentina y Perú, por ejemplo, tenía algún valor hacerlo en la medida que existían leyes que obligaban a que los electores fueran a votar. En México no existe esa previsión en la ley (la de obligar a votar, so pena de no poder realizar algunos trámites gubernamentales), de manera que no me queda claro qué tanto se va a cumplir efectivamente con esto de anular al acudir, o si simplemente se va a dejar de acudir.

    Otro asunto que me preocupa y que tú has mencionado en otros materiales que he leído sobre este tema es el del súbito interés que muchos de los talking-heads de los medios mexicanos tienen en promover este asunto. Es cierto que las conspiraciones casi nunca existen en sociedades complejas como la mexicana, PERO a mí no deja de preocuparme que–súbitamente–Azteca y Televisa liberen a sus talking-heads para mostrarse, una vez más, críticos de la democracia mexicana.

    En lo personal creo que existe de parte de Televisa, pero sobre todo de Azteca, un largo historial de falta de respeto por las leyes y las instituciones de la democracia mexicana y el deseo de desacreditarlas a como dé lugar y sin importar las consecuencias de sus acciones que me hace dudar de cualquier cosa que se diga en las pantallas de Azteca.

    En todo caso, y sin importar lo que resulte de esto, te saludo con mucho afecto…

  2. Gracias, querido Rodolfo, por leer mi texto y por tu mensaje. Entiendo tus reservas y comparto algunas de ellas. A mi tampoco me gustan algunos de los promotores del voto nulo aunque, en lo personal, incorporaría algunos matices sobre las personas que mencionas. Dulce María Sauri tuvo un desempeño inteligente y valiente cuando el Senado discutió la Ley Televisa y hoy es víctima de la aquiescencia del PRI a las presiones de las televisoras que han tomado desquite con ella por ese comportamiento. Rascón tiene posiciones inteligentes y críticas acerca del PRD. No estoy de acuerdo con ellos en muchas cosas, igual que no lo estoy con muchos de los defensores del voto nulo. Pero tales desacuerdos no me impiden coincidir en esa actitud respecto de las próximas elecciones.
    También reconozco (así lo he escrito) que entre quienes queremos anular nuestro voto hay motivaciones muy diversas. Muchas de ellas no las comparto, por ejemplo la idea de que debiera haber candidaturas independientes (no puede haberlas, me parece, porque tenemos un sistema electoral fincado en partidos que reciben financiamiento público. Si hubiera candidatos al margen de los partidos ¿qué financiamiento recibirían?). Incluso advierto (así lo escribí la semana pasada) que el voto nulo puede tener consecuencias favorables a los intereses de las televisoras que quieren abolir las reformas constitucionales que cancelan la compra de propaganda en los medios electrónicos.
    Sería ingenuo desentenderse de esas circunstancias. Pero soslayar la pobreza política de los partidos simplemente porque no tenemos otros, también lo es.
    Mi decisión ha sido personal, un tanto al margen de las campañas para anular el voto. Cuando me pregunté por quién iba a votar, tuve que reconocer que no tengo interés, ni abnegación, ni hígado suficientes para cruzar a favor del emblema de cualquiera de los partidos actuales. En las elecciones anteriores resolví ese dilema gracias a la candidatura de Patricia Mercado. Si su partido no hubiera padecido la crisis que lo desfiguró, hoy no estaría proponiéndome anular el voto. Pero incluso ese partido ahora está en manos de vivales y golpeadores. Por eso coincido con el voto nulo.

  3. Ya sabes, Raúl, que en este tema como muchos otros estoy totalmente de acuerdo contigo. Juntémonos pronto a platicar de todo esto y de los que se puede promover en el futuro.

  4. Sres. Raúl Trejo y Jorge Javier…
    ¡Qué lástima (de verdad ¡qué lástima!) que no pueda juntarme pronto a platicar con ustedes de todo esto.
    En ratos pienso que lo del voto nulo es «lo indicado» … en ratos ¡NO! y ya faltan sólo 4 días para el 5 de julio. Soy -a mucha honra- chilanga de nacimiento pero, también veracruzana por adopción (radico en Xalapa desde hace 25 años) y aquí tampoco hay a cual partido irle… Además, una buena parte de los candidatos han deambulado de un partido a otro, así que ya ni siquiera sabe uno «su ideología».
    No sé… quizá vote yo por alguna mujer… quizá anule mi sufragio… o quizá ni siquiera vaya yo a votar si cae un diluvio como los que ahora nos han indundado las calles xalapeñas (las de mis rumbos entre ellas).

  5. como siempre es interesante leerlo Dr. Tal vez no esté de acuerdo con el voto nulo, pero siempre es interesante conocer opiniones con tanta lucidez.

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