El Gran Hermano en La Habana

Las pretendidas autocríticas del ex vicepresidente Carlos Lage Dávila y el ex canciller Felipe Pérez Roque ratificaron, por si alguien tenía dudas, la incapacidad del régimen cubano para emprender cualquier renovación política. Después de haberlos echado de esos cargos, el presidente cubano Raúl Castro los obligó a publicar sendas renuncias como en el más arcaico estalinismo. “Reconozco los errores cometidos y asumo la responsabilidad”, dice la carta firmada por Lage aunque no menciona a qué tropiezos se refiere. “Reconozco plenamente que cometí errores… asumo mi total responsabilidad por ellos” reza la misiva de Pérez Roque, evidentemente redactada con la misma plantilla, o dictada por la misma voz.

Las destituciones anunciadas hace una semana y luego las renuncias publicadas el jueves 5 de marzo en el diario Granma, desataron un intenso esfuerzo de especulación entre quienes se ufanan de entender los opacos entretelones de la política en Cuba. Para algunos, la destitución de Lage y Pérez Roque ha sido un gesto de acercamiento con el gobierno de Estados Unidos ante la posibilidad de que el presidente Barack Obama promueva una política de distensión que pudiera terminar con el bloqueo económico que padece la isla. Para otros, se trata de la confirmación de que Raúl Castro ya tiene las riendas del gobierno cubano y de la declinación de su hermano Fidel.

Pero el mismo Fidel Castro se encargó de terciar en esa discusión para respaldar las destituciones y, más aún, en un artículo publicado en toda la prensa de Cuba escribió respecto de Lage y Pérez Roque: “La miel del poder por el cual no conocieron sacrificio alguno, despertó en ellos ambiciones que los condujeron a un papel indigno. El enemigo externo se llenó de ilusiones con ellos”.

Ninguno de los hermanos Castro explica cuáles ambiciones cultivaron, qué indignidad perpetraron ni qué enemigo externo se ilusionó con los ahora depuestos dirigentes. Por eso parecieran tener más sentido las interpretaciones de quienes, desde las posturas reflexivas en el exilio cubano, consideran que no hay señal positiva alguna en esas decisiones, independientemente del perfil que puedan haber tenido Lage y Pérez Roque cuando eran funcionarios. El historiador cubano Rafael Rojas, que radica en México, escribió en El País de antier sábado: “Con un Gobierno autocrático y represivo, que no sólo penaliza la actividad de opositores pacíficos sino que destruye las carreras políticas de sus propios funcionarios, las pocas esperanzas de una mejoría en las libertades públicas de la isla se desvanecen”.

Lo más difícil es entender qué efectos tuvo esa decisión en la sociedad cubana. Por eso resultan interesantes las exiguas expresiones que se pueden conocer a través del puñado de blogs que mantienen algunos jóvenes desde la isla. El más conocido de ellos es Generación Y, que mantiene Yoani Sánchez, una filóloga de 33 años que gracias a ese espacio en la Red el año pasado ganó el premio de periodismo Ortega y Gasset que otorga en diario El País. El gobierno de Cuba no le dio permiso para viajar a Madrid a recoger el premio.

En un comentario que titula “Meneo en el Olimpo” y publicado la semana pasada, Sánchez dejó claro su escepticismo: “La gente trata de buscarle a esta movida la profundidad y la sabiduría de una partida de ajedrez, pero a mí me parece puro juego de ‘gallinita ciega’”. No creo que las tan deseadas y necesarias reformas estuvieran esperando a tener nuevos ministros para ser aplicadas. Si la voluntad fuera impulsar medidas aperturistas, ningún funcionario a cargo de un ministerio la hubiera podido frenar. La intención ha sido, sin embargo, demorar los cambios, adormecerlos, comprar tiempo en el juego de la política, mientras nosotros perdemos meses y meses del tiempo de nuestras vidas”.

En el sitio Bloggers de Cuba, Yudivián Almeida Cruz reclama claridad sobre las remociones: “Creo que es necesario que todos los ciudadanos cubanos conozcan cuales fueron los errores graves en que incurrieron estos dos dirigentes que hasta la semana anterior eran considerados baluartes dentro de la dirección del país”.

El autor anónimo del blog Mi isla al mediodía subrayó con sarcasmo las posiciones privilegiadas que tenían Lage y Pérez Roque: “Eran de la generación de los ‘ahijados’. Dirigentes escogidos desde muy jóvenes para trabajar muy cerca del Gran Hermano. Ya estaban ‘acostumbrados’ a eso y al parecer habían aprendido a moverse dando una cierta imagen de ‘trascendencia’ sin meterse en demasiados problemas. Supongo que al Gran Hermano le decían que si a todo, y luego… Pero de pronto el Gran Hermano enfermó y el Hermano Menor tomó el poder. Y las relaciones no eran las mismas. No había el mismo grado de confianza… qué se yo. En fin, que ahora les han movido el piso”.

Esos son algunos de los ecos que se expresan con cierta libertad en un contexto en donde la monotonía impuesta a la vida pública es tal que hasta las cartas de renuncia son idénticas. No resulta gratuito, en esa circunstancia, que en Cuba se hable de El Gran Hermano. Todavía.

Publicado en www.ejecentral.com.mx

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